sábado, 3 de febrero de 2018

Contratiempo (LV - VII)

Querido lector, hasta ahora me he resistido a poner palabras previas en mis textos. Pero aquí no puede ser de otra manera, pues siempre hay despistados que no captan algún detalle importante. No estoy diciendo que sea usted. Claro que no. En la entrega anterior de Llama verde (LV VI), se mencionaron los nombres de Sentencia y GumPeR. Si ya había leído algunos de los relatos de la serie "el hombre sin nombre" de este mismo blog, seguramente habrá comprendido que Morgoth no es otro que el hombre sin nombre y que todo esto de la llama verde no es más que su vuelta a escena. Lo he hecho disimuladamente, pero entiendo que no he podido engañar de ninguna manera a los lectores veteranos de este blog. En este relato se menciona directamente el hombre sin nombre por lo que ya no debe quedar ninguna duda. Vayamos pues al texto.
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La línea musical del estudio de GumPeR chirriaba con la apertura de Dragones y mazmorras interpretada por el grupo Parchís.



«Cha-tan-ta-cha--cha-ta-ta-ta-chan....

Llegamos a un mundo fantásticoooooOOo

lleno de seres extrañoooOOss...»



El hacker a sueldo del hombre sin nombre disfrutaba de su canción favorita del momento mientras intentaba compilar el LV0, nombre que le había asignado a la versión original de L0pthR del malware. Fantaseaba, con algo de resquemor, que él lo hubiera hecho mucho mejor si su jefe hubiera confiado en él. De esta manera no le daba mayor mérito a L0pthR que el de haber escrito un primer borrador chapucero de lo que al final sería la obra cumbre de GumPeR.



«... y el amo del calabozo

nos dio poderes a todooooOOOos...»



Podía eliminar todo rastro del icono de la llama, pero comprendió desde el principio (en eso es digno de alabanza) que para hacerlo tendría que modificar los fuentes, recompilarlo y básicamente empezar desde cero todo el plan del hombre sin nombre. Se le había ocurrido una forma de retrovirus capaz de sustituir el LV0 por su propia versión, que sería el LV1.



«... tú el bárbaro, tú el arquero,

acróbata, magos y yo el caballeroOo...»



Flipaba con la música. En su mente, cosa extraña en él, rápidamente se convenció de que no tenía ni idea de cómo llevar a la práctica su idea colosal del retrovirus. Por lo que la descartó y llegó a la conclusión de que empezar de cero sería la mejor y única alternativa. Claro que eso nunca se atrevería a confesárselo al hombre sin nombre. Pero un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer.



«...Dragones y mazmorraaaAAs

un mundo infernaaaaAl...»



Su orgullo estuvo a punto de jugarle una mala pasada cuando, persuadido de que era la única manera de hacerlo, estuvo a punto de pedirle a la consola remota del LV0 que iniciara su autodestrucción. Esta acción hubiera iniciado una reacción en cadena devolviendo cada máquina afectada por el virus a su estado original antes de la infección. Lo pensó mejor y dejó ese asunto para cuando hubiera terminado con el LV1 y estuviese listo para enviarlo al mundo. En el fuero interno de GumPeR, reconocía que ese día podía estar aún muy lejano.



La música seguía su curso.

«... se oculta entre las sombras

la fuerza del mal.

chan-ta-ta-chan....»



De pronto, en la consola pasó algo anormal. El “make config” se había detenido y él no entendía el porqué. Dejó de prestar atención a la música mientras leía detenidamente la salida del comando, que decía lo siguiente: «El usuario no ha especificado el punto de montaje de la llave maestra. Por favor, edite el archivo config e indíquelo en la variable KEYS_MOUNT_POINT.» A GumPeR aquello le empezó a oler mal. No obstante, intentó una argucia aun sabiendo que no iba a funcionar. De alguna forma había que confirmar lo que creía haber descubierto. Y cuanto antes mejor. Tomó una llave USB vacía, la insertó y tecleó el comando:



«lsblk»



Entre los resultados que arrojaba su comando, vio este:


sdd 8:48 1 3,8G 0 disk
├─sdd1 8:49 1 1,8G 0 part /mnt/TOSHIBA
└─sdd2 8:50 1 2,3M 0 part



Editó el archivo «config» y tras localizar la línea donde ponía «KEYS_MOUNT_POINT=», la completó con el punto de montaje «/mnt/TOSHIBA». Estaba listo para probar suerte.



«make config»



Esperó pacientemente a que el programa «make» hiciera su trabajo, que consistía en preparar el código para su compilación decidiendo qué módulos se iban a incluir y cuales no, entre otras cosas. Contuvo la respiración mientras su mente zascandileaba entre improbables glorias futuras. Pero la consola arrojó nuevamente un error. Solo que esta vez era distinto.



«El punto de montaje especificado en KEYS_MOUNT_POINT no contiene las claves maestras. Make abortado.»



Lo peor vino después, cuando tras otra pequeña pausa apareció un mensaje final.


«Al cabrón que esté leyendo esto.

Buen intento. Te reto a que compiles mi trabajo sin mis códigos maestros. Aunque me temo que sin ellos no hay gran cosa que compilar. Descubrirás que lo más importante falta y lo demás no funcionará nunca sin ello.

Buena suerte.

Firmado L0pthR»



GumPeR palideció frente la aciaga confirmación de sus sospechas. Entonces le sobrevino una epifanía de certidumbres infelices. Las gónadas se le pusieron por corbata ante la mera idea de tener que comunicar la mala noticia al hombre sin nombre. Maldijo a L0pthR y a todos sus antepasados con un gemido truncado y preñado de derrota.



«Dragones y mazmooOoooras...» Seguía la música que tenía puesta en bucle continuo, hasta que con un manotazo la quitó iracundo. Pero esa sensación le duró poco. Porque enseguida le vino un mareo y tuvo un fuerte movimiento intestinal que lo obligo a permanecer en el retrete por un buen rato. Luego, intentando recobrar la compostura recurrió al bar y se tomó un par de lingotazos de fernet con Coca-Cola. El fernet es un licor italiano para todos nauseabundo y más parecido a jarabe de la tos amargo que a una bebida espirituosa. Aún así, incomprensiblemente, el fernet se había hecho pupular en la Argentina del siglo XIX. Y él lo disfrutaba quizá demasiado a menudo. Le gustaba decir que el fernet para él era lo que el vodka para +ORC —el viejo cracker rojo—, su método Zen.



Un poco más rehecho descolgó el auricular del teléfono y marcó el número que más detestaba.

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