viernes, 23 de febrero de 2018

La transmissión misteriosa (LV - XIII)

De todos los casos de mi genial amigo, archivados entre los años 2016 y 2026, hay muchos cuyo interés sería merecedor de un relato. Hay tantos de hecho, que la elección de cuales han de tener su espacio aquí resulta un tanto difícil. Entre ellos, no todos tuvieron una resolución completamente satisfactoria. Pero hay algunos que por una cualidad de formidable extrañeza, resultan cautivadores a pesar de todo. Un ejemplo de estos últimos es el que hoy traigo a colación.

El registro data del 21 de febrero de 2018. Mis anotaciones del suceso traen a mi recuerdo que aquella tarde noche hubo de haber una terrible tormenta. Mi señora esposa se hallaba ausente para cuidar a su hermana enferma, así que me encontraba pasando unos días en mis habitaciones de soltero junto a mi querido amigo. La ventisca golpeaba la persiana entreabierta creando ritmos macabros, mientras de cuando en cuando un relámpago inundaba de luz las penumbras de nuestro cuarto arrojando sombras impías. La lluvia azotaba los cristales y afuera no se veía un alma. La casa estaba en silencio y a esas horas de la madrugada no quedaba nadie despierto, salvo mi persona y mi perenne amigo. Claro que él no había de dormir. Estaba yo en mi sillón favorito, cerca del fuego, hojeando los diarios de la tarde y mirando de hito en hito a mi amigo en su incansable actividad, cuando alguien tocó la campana. «¿Quién podrá ser a estas horas?», pensé. Me erguí atento. Tras unos pocos segundos noté que alguien subía las escaleras. Moví la lámpara hacia el asiento que habría de ocupar nuestro visitante. Enseguida se oyó un «tap-tap».

«¡Entre!» dije. En la persona que pasó reconocí al becario que teníamos a nuestro servicio. «Deme su abrigo. Lo podremos aquí y verá como se seca enseguida. Por favor, siéntese.»

«Hemos recibido una alerta azul, código 432» dijo el becario jadeante tan pronto como se hubo sentado. A juzgar por su estado, había venido corriendo.

«432 ¿dice?» pregunté extrañado, pues no había percibido nada en el monitor.

«Así es. Mírelo usted mismo»

Me fui al monitor y en efecto algo estaba sucediendo allí. Miré a mi amigo y vi en su rostro señales inequívocas de una concentración inusual. Propias de cuando había llegado al umbral de sus sentidos alguna cosa que le obligaba a redoblar sus exiguas fuerzas. Mas el monitor no aclaraba gran cosa, por lo que me fui al rincón donde estaba en su estado habitual de postración y le inyecté la solución habitual del 7% de cocaína. Rápidamente se estabilizó el sistema. Llevé mi atención a su cabina de suspensión. Los indicadores no mostraban ninguna reacción inusitada. Ajusté los niveles de serotonina y traté de mejorar el balance de su sistema límbico para conseguir mejorar la homeostasis. Todo ello contribuyó a una mejor recepción al mismo tiempo que tenía un efecto tranquilizador, apaciguador, en la psique de mi querido amigo durmiente. Los transceptores neuronales comenzaron a intercambiar información con el superordenador responsable de descifrar los datos procesados por el cerebro biológico de Holmes.


Los datos arrojaban luz como era habitual sobre varios procesos simultáneos. Todos esos datos se analizarían en el futuro, pues eran como trabajos sometidos a la consideración del cerebro hiperdesarrollado de mi amigo. Había cientos de investigadores de todo el mundo pendientes de algunos de esos resultados. Aunque, claro, ninguno de ellos conocía la naturaleza del prodigioso sistema de inteligencia artificial que analizaba sus datos llegando a tan increíbles y perfectas conclusiones. Su cerebro era el que lo hacía todo, aunque se necesitaba de un poderoso superordenador Cray XE6 8-core para comunicarse con él. Al haberse suprimido los sentidos externos, el cerebro se había podido formatear para emplear toda su capacidad en proyectos de importancia, como si se tratara de un ordenador más, aunque eso sí, potentísimo. Otro superordenador, esta vez un Hitachi, se encargaba de mantener sus funciones biológicas en orden, monitorizando su estado y suministrando las sustancias necesarias para su bienestar. Aunque nada lo mantenía tan en forma como mis frecuentes y bienintencionadas visitas.

Enterrados entre ese inmenso material que recorría la superficie de su masa gris, encontramos que sobresalían con más intensidad los pertenecientes a un subproceso permanente que generaba combinaciones de caracteres aleatorios en busca de canales ocultos en varias redes IRC. El sistema había descubierto un canal en el momento en que se estaba produciendo una conversación particularmente extraña. Aquel hallazgo había alterado a mi pobre amigo. No me es posible revelar el nombre del canal pues el caso a estas alturas todavía se acoge al secreto de sumario, pero aquí está la transcripción de la conversación.



Witch-King of Angmar: Ya está hecho.

Morgoth: ¿Conclusión?

Witch-King of Angmar: Indeterminada.

Morgoth: ¿Cómo que indeterminada?

Witch-King of Angmar: El sufrimiento al que lo sometí fue infinito y aún así no dijo nada.

Morgoth: ¿Nada? Seguro que fuiste blando. ¿Pero es que lo tengo que hacer todo yo?

Witch-King of Angmar: Señor. Me conoce de sobra. La tortura no es lo mío, sino el asesinato frío de aquí te pillo y aquí te mato. Pero le puedo asegurar que ese tío tiene los huevos bien puestos. Lo hice todo como usted dijo. Sesiones de media hora con dos horas de descanso entre una y otra. La pesadilla se alargó desde las 10 de la noche hasta las seis de la mañana.

Morgoth: ¿Y aún así sólo logró sacarle la memoria?

Witch-King of Angmar: Así es, señor. Hice lo que pude sin llegar a matarlo. Aunque dudo que sobreviva mucho tiempo.

Morgoth: Bien. ¿Y qué hay del nuevo?

Witch-King of Angmar: Ya está instalado en el antiguo estudio de GumPeR. Este último está tan mal que no creo que vuelva.

Morgoth: Sí, has hecho bien. Hoy mismo he ido a verlo. Está en las últimas, el pobre. Con el buen trabajo que estaba haciendo esta vez...

Witch-King of Angmar: De eso precisamente quería hablarle, señor. El nuevo dice que GumPeR no pudo compilar el malware y mucho menos retirar la llama.

Morgoth: ¿Qué?

Witch-King of Angmar: Que no pudo ser GumPeR el que quitó la llama verde del malware.

Morgoth: ¿Cómo? ¿Seguro?

Witch-King of Angmar: No hay duda, señor. Los logs confirman que no pudo compilar por falta de los códigos maestros de L0pthR.

Morgoth: Ese maldito apestoso dándonos problemas incluso desde el otro barrio. Entonces ¿los códigos están en la memoria SD?

Witch-King of Angmar: Eso creemos, aunque el nuevo todavía no los ha encontrado. Deben estar escondidos de alguna forma. Le llevará un tiempo.

Morgoth: GRUUMPLX!!! ¡Sabía que algo andaba mal! ¡¡¡Lo sabía!!! ¡¡¡Ahora mismo llamo a mi clínica y pongo al tontaina de GumPeR de patitas en la calle!!!

Witch-King of Angmar: Se buscará problemas innecesariamente, jefe. Basta con trasladarlo a un hospital de la seguridad social.

Morgoth: ¡¡¡Escalofrío!!! ¡He tenido un presentimiento! ¡Este se ha puesto malo con tal de no confesar su incapacidad para resolver el problema! ¡¡¡Lo sabía!!! ¡¡¡Sabía que algo no cuadraba!!! ¡¡Yo lo remato!!

Witch-King of Angmar: ¿Está diciendo que le haga una visita?

Morgoth: ¡¡¡Calle, cenizo!!! Téngame al tanto de los avances del nuevo.

Witch-King of Angmar: Como ordene.
Y esa fue la curiosa transmisión que interceptó mi amigo. El becario no podía estar más confundido de lo que yo lo estaba. Dedujimos que Holmes habría procesado datos anteriores que le habrían aportado información complementaria, y que fruto de una mejor comprensión que la nuestra se había producido la alteración ya mencionada. Solventado el problema, el becario se retiró y pocos días después volví a mi propio hogar. Un par de meses después, estando yo en un seminario de Inteligencia Artificial en Canadá, me llegó la noticia del fallecimiento de mi amigo. Nunca encontramos otros detalles que nos permitieran aclarar el misterio. En el viaje de vuelta, resignado a empezar de nuevo, examiné los anuncios por palabras. Subrayé uno: «Se busca compañero para compartir ideales habitaciones en el centro. Razón ********». Holmes 432 había desaparecido. Pronto, Holmes 433 ocuparía su lugar. Aunque para mi solo habría siempre un Holmes. Mi querido e inseparable amigo.

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