jueves, 6 de abril de 2023

Crisis emocional (LV - XXV)

Svetlana andaba inquieta de un lado a otro en el ala de ejercicio del ZULO. Se había ido allí para estar a solas y poner sus ideas en claro. Presentía que algo andaba mal pero no sabía qué. La sensación que tenía era como cuando, en una película, los efectos especiales no terminan de funcionar y el cerebro te dice que lo que estás viendo no es real. No terminaba de asimilar lo que le acababa de decir Rhyst. Simplemente, no podía creer aquello y se resistía a aceptarlo, a pesar de que la evidencia era demoledora. Pero no podía ser cierto. Aprovechó la soledad y dejó, por primera vez desde el funeral, que sus emociones la dominaran. Sus hombros acompasaron sus sollozos. "Me siento tan sola", pensó. Era verdad. Había pasado los días rodeada de gente amable y considerada. No la habían dejado sola más de lo estrictamente necesario y se sentía muy arropada. Ello sumado a que había procurado estar ocupada todo el tiempo posible, la mantenía como drogada y prácticamente carente de emociones. Pero la ausencia de David pesaba demasiado en su corazón y no podía evitar sentirse sola. Solo había estado retrasando el duelo. "Es tan injusto", pensó, recordándolo todo de repente. Se dejó caer de rodillas, se hizo un obillo en el suelo y se permitió llorar. Su cuerpo tembló y maldijo en voz queda, golpeando con el puño en el suelo. Le hubiera gustado gritar.

Al cabo de un rato se levantó, se recompuso como pudo y arrancó con paso decidido hacia el despacho de Dany.

Los últimos días de David habían sido una pesadilla para ella. No le dejaron verle en ningún momento y sin embargo conocía la gravedad de su estado. Aquello supuso una de las pruebas más difíciles de su vida. David pasó sus últimos días en la UCI, desde su ingreso en el hospital hasta su fallecimiento. Únicamente Dany tuvo acceso a él en esos días y le acompañó en su última hora. Aun cuando le dieron la noticia a Sveta de que había muerto, todo lo que pudo ver fue un ataúd cerrado. No se separó del féretro apenas ni un momento hasta el entierro. El tanatorio estuvo todo el tiempo abarrotado con compañeros y amigos. Recordar esos momentos la ponía triste y al mismo tiempo furiosa. Le hubiera gustado despedirse como es debido, pero no se lo habían permitido. Ella insistió en que le daba igual el aspecto que tuviera, pero sus quejas fueron en vano. Dany zanjó el asunto diciéndole que era mucho mejor para ella que le recordase como era cuando estaba vivo. Después de todo ella no era de su familia y no pudo reclamar en el hospital. Pero Dany tampoco lo era y a él le dejaron verle. Ese hecho la perseguía desde entonces y la enfurecía.

Al llegar ante la puerta del despacho estuvo tentada de aporrearla. Decidió que no estaba para ceremonias. Abrió y se coló dentro. Dany estaba absorto en un informe, sentado a su mesa. Sveta se acercó y dió un golpe en la mesa con el puño cerrado para llamar su atención. Dany dio un respingo y estuvo a punto de caerse de la silla.

—Cuéntame otra vez lo que te dijo David antes de morir.

Dany la miró un momento y volvió su atención al informe.

—¿Es que no sabes llamar?

—Mira Dany, ¡no me jodas! ¡Que no está el horno para bollos! ¡Habla de una puta vez! "Hijo de puta", quiso añadir, pero le falló la voz.

El agente la miró brevemente. Por un momento la habitual rigidez de su cuello y hombros cedió un poco al tiempo que suspiró.

—No tengo tiempo para esto. —Dejó los papeles a un lado y rebuscó en los cajones de su escritorio. Al cabo de lo que a Sveta le pareció una eternidad, extrajo una cajetilla de tabaco y un mechero. Le ofreció un pitillo, que ella rechazó. Entonces puso toda su atención en encenderse uno para él. Todo en él denotaba una visible incomodidad y poca disposición para escucharla. Pero tras un par de caladas pareció serenarse y armarse de paciencia. Llevaba años sin fumar, pero debía necesitarlo. —Dime, ¿qué ha ocurrido?

Sveta se dejó caer en la silla. De repente se sentía cansada.

—T-todo este tiempo —empezó— me había consolado la idea de que David se había sacrificado para conseguir esa dichosa tarjeta SD. —Apoyó los codos en la mesa.

—No debes pensar en eso. Él solo era un hombre que creía en lo que hacía y cayó sirviendo a este país. Conocía de sobra los riesgos. Debes recordarle por lo que era, no por nada relacionado con la misión.

"¿Es posible que sea tan frío como aparenta?" Se preguntó. —Los datos de la SD no están completos —atinó a decir—. Faltan los códigos maestros. Me lo acaba de comunicar Rhyst.

—¿Qué dices?

—Lo que oyes —dijo. "Cabrón altanero y gélido hijo de puta", quiso decirle, pero se contuvo y solo lo pensó—. Está incompleta. Y eso no es todo. Hay rastros de que esos códigos estuvieron ahí. Alguien se ha esmerado para borrarlos. No solo los ha borrado, ha sobreescrito el espacio que ocupaban en el disco con "X".

—¡Mierda, mierda, mierda! —Dany hizo una pausa para pensar y dió una profunda calada a su cigarrillo. —Bien. Lo importante es que ahora lo sabemos. Mira, Seveta, tenemos el mejor equipo y la mejor gente. Encontraremos la manera de pararles los pies a esos dos y haremos que todo esto haya valido la pena. Lo más importante es que que les hagamos pagar caro todo el mal que han hecho. ¿No crees?

A pesar del exabrupto, Dany no parecía sorprendido. Para Sveta, esa certeza, fue un aldabonazo de confirmación para todo lo que le había estado rondando la cabeza. "No sabe mentir, a pesar de las ganas que le pone el tío. Está claro que lo sabía. Lo sabía! ¿Pero cómo es posible?".

—Yo ya no creo nada —respondió visiblemente abatida.

—Intenta calmarte… —Dany fue a sacudir la ceniza que se había acumulado en su cigarrillo, cuando recordó que no tenía cenicero.

—Hay algo más que quería decirte —añadió Sveta.

—¿El qué? —Dany tomó una hoja de papel y empezó a plegarlo aquí y allá. Estaba tan absorto en esa tarea que Sveta decidió aguardar a que terminara. Él notó notó el silencio y la miró un momento, —Adelante, te escucho. —Enseguida volvío a poner su atención al siguiente doblez sacando un poco la lengua en señal del esfuerzo.

Sveta no sabía decir si aquello era una pose para restarle importancia al asunto de la tarjeta SD, o si Dany tenía un lado infantil que hasta ahora no había tenido oportunidad de presenciar. Fuera como fuese, aquello agotaba su paciencia, pero se contuvo a base de voluntad.

—Estás tan tranquilo, siempre tan sereno. Casi nada te altera. Tan confiado… que crees que puedes manejarlo todo tú solo y que los demás estamos ciegos. Pues bien, no creas que me engañas. Aquí hay algo que no me cuadra. Y mira, Dany, no soy la típica niña tonta. Soy una agente especial de inteligencia. Desde hace tiempo vengo sospechando que me ocultabas algo. Ahora, no me preguntes cómo, sé que me ocultas algo. No tengo la más remota idea de lo que es, pero no puedo seguir con esa duda. Ya es hora de que lo compartas, al menos conmigo. ¿No crees?

Dany sonrió ligeramente sin mirarla y realizó el último doblez. Sveta frunció el ceño confundida. No podía saber si Dany sonreía porque consideraba ridículo lo que acababa de insinuar, o simplemente por lo orgulloso que se sentía de lo bien que le había quedado el cenicero que acababa de fabricarse. En cualquier caso, aquello no le gustó un pelo, pero se mantuvo a la espera de su respuesta sin decir nada.

Dany depositó un poco de ceniza en su improvisado cenicero, apagó el cigarrillo en la suela del zapato y tiró la colilla a la papelera. Al volver su mirada a la severa expresión de Sveta, recuperó su habitual rictus de seriedad, fingida o real.

—Si de verdad hay algo que os he ocultado, lo sabréis en el momento que yo estime oportuno. No antes. Ah, y espero que entiendas que esta actitud no puede repetirse. No tenemos tiempo para histéricas. Y ahora, sé buena y ve a arreglarte un poco. Estás horrible —le espetó de forma cortante, sin un atisbo de humanidad. Y sin darle tiempo a contestar, salió de su despacho cerrando la puerta tras de sí.

Sveta no derramó más lágrimas. Se dirigió lentamente a la puerta con una punzada de rabia y de dolor al mismo tiempo.

—Ajustaremos cuentas con esos dos muy pronto —añadió Dany antes de que Svetlana saliera y cerrara la puerta tras de sí.