viernes, 10 de enero de 2014

Del dia y la noche de la cena y la escritura.

.....Partieron las dos jóvenes (La criada Eufrasieja y Ana la tendera) tirando por los pasillos a las cocinas de adentro buscándose a La Chela, para saber quehaceres llevar a cabo antes y durante la cena de los que hablarían de la escritura.
El mozo de la Filomena se entró al comedor que daba de vistas a la calle y que servía, de paso, para tomar refrigerios a los viajeros que no hacían noche en el mesón, sin ser taberna. Estándose allí pidió al mozo de la bodega, que era el que espachaba, un vino tinto de los de la propia cueva. De ser el despiste del muchacho, estado casi natural, que de al entrar no fijose en quien esa habitación había.
A los algunos tragos del vino, diose cuenta de quienes en esa habitación se hallaban, un hombre con mujer en una mesa, un arriero, y otro que recordó ser quien era, el ayudante de Miguel, el de Cervantes, el de parecer espirituao y de media anqueta, un tal Catarino Cruz, de verlos el día que llegaron a la Villa Franca, y pasaron por la plaza del mercado comprando algunas cosas del puesto de la huerta de la Filomena.Cruzando la habitación hacia otras tareas apareció La Chela, fijándose en el mozo nieto de la hortelana.
-¿Qué, ya de espera a los de la cuadrilla con la que tienes cena?-. Dijo el ama del mesón-.
-No es tarde,- contestó Cazuela-, mejor estar con tiempo cuando con gente se queda. Que disgusto mío es que me llamen rezagón y por mi causa haya quien de espera esté. Pendiente ando de los que han de venirse al olor de la sartén en este anochecío.
-Alguno hay por la casa ya, de aquellos de los que nombre me dio el tío Nieves el esquilaor. De los otros, ya acudirán en su hora. Por la cocina de dentro he pasado, viendo que se
están la tía Vitorina, y la moza Ana, la de Álvarez de Lara, de las que mandé recao para ayudar en esta noche.
Ya he visto que la de la tienda de telas, los panes de quilo y cuarto, frutas, verduras y tomates ha dejado allí por encargo tuyo. Tal como al esquilaor le hablé, que de esta
noche, una cazuela grande de breve de tenca tenéis a la mesa. De sobrar incluso pudiera ser, que aunque tener tiento y medía se ha de andar con las manos, para no estrozar, mejor ha de ser que sobre que no falte. De al terminar, mas vino, y giniebla tendréis. Más, intrigada estoy de saber que cuentas te traes con todos estos en esta noche, sabiendo que de letras queréis tratar. Miguel Cervantes, que parte el lunes a Puerto Lapice y hacia Andalucía, ya me habló de su encuentro contigo estando con tu abuela en el mercao. Curioso también anda en lo de la junta de hoy. Que de preguntarme sobre ti ha estado estos dos días últimos. Y yo, al que decir, que andas casi siempre en la huerta, y que si no riegas, te estás con dibujos
con tizones en papel, y que de a veces te llegas al Concejo, que algunos libros hay de los que el Alguacil te deja mirar, y que aquí, en los pocos libros que hay siempre estas repasando, cuando vienes a traer las hortalizas que te manda la Filomena.
-Na y menos capaz soy de pintar con buen tiento y de poner letras en renglones seguidos y que se entiendan.- Continuo Cazuela-. Es más la imaginación que sale de la cabeza que otra cosa, estándome en la huerta o yendo y viniendo por el camino. De saber sé, lo que la tía
Valentina me dirigía con el llavín sobre la muestra. Que a la primera escuela de Don Frasco D ́Avellana poco he acudido, en unas ocasiones por ayudar en la huerta, y en otras por todos los dineros que exige a cambio de enseñar sobre las letras. Que habiendo estudiado el maestro enSalamanca, bien pudiera estirarse menos el cuello y dar más nociones del abecedario a los chicos de la villa. Y a las chicas. Aunque a estas últimas la justicia del Reino y sus leyes las tienen apartadas del aprendizaje, de lo cual no entiendo razón. A mí, que de los que reinan y de los muchos que a su corte revolotean, tienen un ramal.
A lo que María del Consuelo Jiménez replicó:
-No, tontos no son. Qué bien se procuran las leyes con el duz y acomodo propio, mientras que al vulgo, como nos denominan, nos dejan de a lo que pesquemos, ya sean pernales para desgastar los dientes; y encima impuestos y reales debemos llevarnos al cambio. ¡Y quéjate! Que más pronto que en tardanza te mandan a los corregidores y alguaciles poniendo pleito, que lo menos que ocurrir puede es que una a destierro o cárcel sea destinada, cuando no a
galeras siendo varón después de recibir doscientos latigazos.
Dejraciaos somos todos por aquellos. Y, ea, a ver cómo andan las cosas de esta casa me voy, que a todo tengo que estarme atendiendo y eso que la Ramira, Reparada, Romualda, Rudesinda y la Eufrasieja saber deberían de sus trabajos sin estar encima de ellas. Y tú, si quieres, échate otro trago de vino pidiéndoselo a este ayudante que tengo de la bodega, antes de que dormido se quede junto al porrón de giniebla.
-Las gracias le doy-, contestó el nieto de la Filomena-, por este vino y su atención; a los mas tardes, cuando todo esté dispuesto y diga, con los otros nos hallaremos a la mesa, ahora me voy a la puerta por ver si de presentarse quienes faltan de llegar acudieren.
Estándose haciendo espera, sentado en el poyete, en la portá del mesón, se fijaba de los que iban y venían por el camino, o hacia la entrada de la villa, y observando el ajetreo por el lado del Riato. Por su cabeza pasaban pensamientos de sobre el hablar a los que había convocado para la cena, y de tratar la cuestión del escribir.
Agitación e inquietud le producían algunas ideas, más allá de propio hecho de ser capaz de andar con la escritura y los dibujos. Oído tenía de la prohibición de escribir, publicar, ni vender libro alguno que no hubiera sido sancionado por el Santo Oficio de la Inquisición en la última instancia.
El del asco negro, el Alguacil, que a veces le dejaba en el Ayuntamiento algunos libros que
allí se encontraban, algún parlamento tuvo con él sobre la cuestión. Recordaba que las licencias para imprimir cualquier libro, de cualquier condición que fuere, había de
ser dada por el Presidente y los del Concejo, y no otros. En encargo se hallaban de ver y examinar con todo cuidado los libros antes de proceder a su licencia. Informados estaban
de haberse impreso muchos sin provecho alguno e inútiles.
Y que llevando copia al Concejo ninguna cosa podía ser añadida o alterada después en la impresión.
De recordar sabia, de conversaciones con el Prior Alfonso Lujan, de por ratos de ociosidad en la huerta, de algunas visitas que iba, más que a parlamentar, a entreverar alguna hortaliza y fruta, sin por ello pagar ningún real, que no obstante, permitido estaba imprimir libros misales, breviarios y diurnales, sin ser presentados al Consejo. O eso fue lo que le tenía entendido.
En estas tesituras andaba ensimismado Cazuela, hasta que de lejos vio llegar al tío Evaristo y el tío Casimiro, con una mula y las agüaeras puestas, en la que llevaban las guitarras. Estándose los dos hombres ya a la altura del mesón, el chico les saludó dándoles la bienvenida.
-Buena y alegre gente llega a este lugar, de lo que me produce mucha alegría y contento; viendo que no se separan de sus guitarras propias.
-Aquí nos estamos-, contestó Evaristo-, según el recao que nos dio de tu parte Nieves el esquilaor. Y que de alforjas no había de traerse, solo nuestra presencia y estar en la cena
que has propuesto de estarnos unos cuantos en ella.
- Así resulta. Y como siendo todavía temprano, que las mujeres se están preparando lo que hemos de cenar en las cocinas de dentro, vayan ustedes a este comedor primero y tomarse unos vinos de los que espacha el mozo bodeguero. Y no se preocupen por el pago, que a un aparte irá el apunte.
Dentro queda un hombre forastero, a más señas, que es un ayudante de Miguel Cervantes, de con el que pueden entablar conversación si se les tercia, al que reconocerán por su pálida cara y parecer espirituao. Entretanto aquí quedo esperando la llegada de otros del pueblo y forasteros, si es que de acudir tienen a prestarse.
Habiéndose bajado unas cuartas el sol, y de no haber visto a nadie nuevo de venir, impaciente el nieto de la Filomena se adentró en el mesón, buscando la cocina de
dentro. Cruzando el patio encontrose de a todas juntas de las criadas junto al pozo, a la Ramira, Reparada, Romualda, Rudesinda y la Eufrasieja.
-¿De cómo van las cosas de la cena?-, les preguntó el chico a todas ellas-.
-La Ramira contestó en representación de todas-. Todo estará listo a su hora según dice la mesonera. Que de estar nosotras al aire del patio es a causa del aire que reboca y el humo de la chimenea de la cocina se nos llega a la respiración.
-A la tendera y la Vitorina ¿no afecta?.- Preguntó Cazuela.
- Con toses se quedan-. Habló la Reparada-.- Vaya por Dios, en intranquilidad me dejas. Acercarme voy por si de ayuda pudiera ser mi presencia.
Espachose con los pasos hasta la cocina, hasta estarse en ella. Cabalicamente entró estándose La Chela abriendo ventana, la Ana Álvarez de Lara tosiendo, y la tía
Vitorina tapándose la boca con las sayas.
-¿La caldereta está en mucha lumbre o el yerro es causado por la chimenea?-. Encuestó el mozo.
-Ay, muchacho, que esto es una estraliza-. Manifestó la tía Vitorina. ¡Sacate a esa moza al patio, que no se si con esa tos que le ha entrado vivirá para poner en la mesa los platos esta noche!.
Cogió el dos y agarrando a la Ana por la cintura la condujo fuera, dándole aire en el rostro con un paño. Era tal la toserá que hasta al chico le pasaba por la cabeza que hasta podían cantarle el gori gori si no paraba.
Mientras que al tiempo le decía:
-Reponte muchacha, que al igual de haberte traído en la mula subida, a la noche, después de la cena y la plática, he de devolverte a la puerta de tu casa.
-Un simple carraspeo no ha da lugar a tanto apuro-. Reconvino la Ana-. En más aprieto me resulta el frio del hibierno si de cepas no hay en el fogón. Volvamos, pues, ala cocina no a ser que a la mesonera desagrademos entre unos y otras. Y tú, Cazuela, no te ovilles tanto a mi cintura incluso a la luz del día, que parecer te andas de asobine, sin tener en cuenta las horas.
-¡Oh, moza!¡Que hasta en la inquietud y prevención de tu estado, desabrida y áspera contestación encuentro!

-¿Áspera, áspera..?-. Contradijo la de la tienda-.Anda.., y entra.

Por Domingo Camuñas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario