lunes, 6 de enero de 2014

¿Paparruchas?, ¡los cojones!.


Hoy haciendo limpieza en el trastero de mi casa la he vuelto a ver, es una simple cinta de cassette de la marca TDK, con una duración de 90 minutos, ya saben 45 minutos por cara, de la que solamente esta grabada la cara A , metida en su caja de plástico, luce después de veinte años una considerable capa de polvo.
Bajo esta inocente apariencia, su negra carcasa de plástico, guarda en su interior, una de las más inquietantes interrogantes que he tenido en mi vida.
El caso es que cierta noche de agosto de 1989, junto con mi amigo Manolo, saltamos la valla del cementerio de una población segoviana abandonada, el cementerio abandonado al igual que el resto del pueblo mostraba tumbas y panteones de principios del siglo XX y finales del siglo XIX, con mucha vegetación silvestre entre las tumbas debido a su falta de mantenimiento.
Las cruces, vírgenes y ángeles custodios que exhibían las tumbas mostraban bajo la luz de las linternas una patina verdosa, debida al tiempo transcurrido y la humedad.
Con el debido respeto al lugar, colocamos un cassette grabador de la marca SONY de mi amigo Manolo, alimentado con pilas, con una cinta TDK de 90 minutos, debajo del alero de un panteón, que se encontraba cercano al sendero central de cementerio, al objeto de proteger el aparato de una posible lluvia, ya que cuando nos dirigíamos al lugar habíamos visto varios relámpagos de una tormenta lejana, lo que daba al lugar un aspecto aún más siniestro, si cabe.
Por entonces desconocíamos, que para realizar una grabación psicofónica fiable el dispositivo grabador debía estar protegido dentro de una caja de Faraday, para evitar grabaciones del índole radiofónico, ya que según los expertos sin esta protección se podrían grabar voces o sonidos procedentes de emisiones radiales en AM, bueno eso tal vez.
Como teníamos 45 minutos de margen, activamos la grabación y abandonamos el lugar, eso sería sobre las 23:30 horas de la noche, nos dirigimos a una localidad cercana, donde estuvimos cenando y de tertulia con otros amigos y conocidos, así que entre pitos y flautas nos dieron casi las 03:00 horas de la madrugada, por suerte esa noche no hubo tormenta, ni llovió en la zona.
Con el cielo totalmente despejado y con una luna casi llena volvimos al lugar acompañados de dos amigas con las que habíamos estado cenando.
Yo creo que fue la luna, el caso es que Manolo, al llegar de nuevo a la valla del cementerio, me dijo:
- ¿Sabes que?, que le den por culo al radio-cassette, yo no vuelvo a entrar ahí ni loco.
-¡No jodas!, tu tranquilo, que recupero el cassette y nos marchamos, conteste yo
Las chicas estaban asustadas y ha Manolo se veía nervioso, me pidieron que me diera prisa, ya que todos se querían marchar del lugar.
Salte la valla, había un silencio sepulcral, nunca mejor dicho, todo estaba bañado por la luz de la luna que daba al sitio un aspecto como de encontrarme en otro mundo, ni siquiera necesite la linterna, las Vírgenes, Cruces y Ángeles custodios de las tumbas proyectaban en el suelo sombras espectrales.
Con más miedo que vergüenza, localice el aparato el botón de grabación había saltado, lo cogí, y entonces se levanto una ligera brisa, que movió parte de la vegetación cercana, sentí entonces un profundo sentimiento de tristeza y soledad, y de golpe como por encanto, el sentimiento de miedo que pesaba sobre mi, fue sustituido por un sentimiento de paz interior que desde entonces no he vuelto a sentir.
Casi avergonzado, por el miedo que había sentido, abandone el lugar, cuando llegue junto a mis amigos estos fumaban un cigarrillo de manera nerviosa.
-¿Donde cojones te habías metido?, llevas ahí casi un cuarto de hora, me pregunto Manolo.
-Es que no encontraba el cassette, mentí yo.
En el coche, volví a rebobinar la cinta, y cuando le iba a dar al botón de Play, Manolo me dijo:
-Mira seguramente no se ha grabado nada, pero si se ha grabado algo, no estoy seguro de como me lo voy a tomar, a si que no deseo escuchar la grabación.
Las chicas asintieron las dos a la vez, apoyando la decisión de manolo.
Hace diez años volví a coincidir por casualidad con Manolo, iba acompañado por una de las chicas de aquella noche, que la actualidad es su esposa, y de sus dos hijos, en un restaurante de la A-4, nos saludamos y me presento a sus hijos.
Tras las preguntas de rigor sobre la familia, me miro fijamente a los ojos y me pregunto.
-¿Llegaste a escuchar la cinta?.
-No, pero si quieres te la mando por correo y la escuchas tu, le respondí divertido.
-No, creo que es mejor seguir en la ignorancia, me dijo él.
Me quede con la cinta, no la he escuchado nunca, ni se si la escuchare, no se si aún funcionara siquiera, y creo que en mi casa ya no queda ningún aparato reproductor, pero el caso es que sigo conservándola, es unos de esos objetos fetiche que le hacen recordar a uno, lugares y personas del pasado.
Un compañero de trabajo, un chico joven, que tiene la misma edad que tenia yo entonces cuando sucedió lo narrado, me comento una noche después de escuchar un programa de Iker Jimenez dedicado a las Psicofónias.
-Esto de las Psicofónias son paparruchas.
Le mire fijamente y le conteste, recordando la historia,
-¿Paparruchas?,¡ los cojones!.

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