El otro día me alegro
escuchar el audio de Juan Flebles, titulado La Terminal. En uno de
los comentarios del audio, este hombre llevaba más razón que un
Santo al afirmar que un podcast no era el medio más idóneo para dar
a conocer lo que sin duda es la herramienta más potente de la que
dispone el sistema operativo GNU/Linux. Sin duda para estas cosas de
la experimentación en la terminal están los blogs, si esos mismos
blogs, que según los memos aspirantes a Geeks, están casi
extinguidos, aunque no esta tampoco nada mal que de vez en cuando
alguien tenga la valentía de hablar sobre La Terminal y de paso de
en una serie de acertado repaso a los comandos más utilizados, o más
conocidos y algunos curiosos atajos de teclado, debo confesar que
algunos de ellos como el mencionado Ctrl+l=clear, este atajo, un
servidor, no lo conocía.
Harto ya de escuchar
podcast con contenidos sobre tarifas, Chromebooks, Smartphones de la
marca Apple, que le hacen a uno más productivo y otras tonterías,
dichas por avispados Sénecas y dirigidas a sumisos memos, entretengo
ahora mi tiempo en la experimentación con la Terminal y en tratar de
comprender su filosofía.
En estas estaba yo el
otro día, cuando en una de las innumerables charlas con el
incombustible Mhyst, este dijo que algo que “a priori” pudiera
ser trivial pero que si uno lo analiza de una forma detenida puede
dar lugar a más de un pensamiento. La frase en si creo recordar que
venia a decir que xorg, sistema gráfico utilizado en GNU/Linux en
realidad era una especie de servidor o se comportaba como tal.
¿Y con esto que? Se
preguntara algún memo. Pues hablando de una forma más coloquial,
esto viene más o menos a decir que si tu haces click encima de un
icono, se crea una orden y la maquina responde abriendo una
aplicación.
¿Y con esto que? Volverá
a preguntar el memo de turno, ya algo aburrido y deseoso de gastar su
dinero en algún trasto inútil. Pues que el ordenador a abierto la
aplicación actuando igual que un servidor. ¿Perdon, Comor?. Esto es
algo que daba y daba más vueltas a mi cabeza, como cuando tienes una
palabra en la punta de la lengua y no te sale. Hasta que ya en la
cama caí en la cuenta de lo que realmente quería decir Mhyst y de
lo que realmente hace la maquina, pura y simple filosofía de
funcionamiento. Cuando haces click en un icono el ordenador en
realidad ejecuta un servicio parecido o igual al que hace un servidor
y abre la aplicación gráfica en el ordenador. Ahora cambiamos el
clik del ratón, por algo más contundente, supongamos que abro una
terminal y digo “libreoffice”, pues el ordenador interpreta la
orden como un click de raton sobre el icono de turno y se abre
Libreoffice, si digo “transmission-gtk” pues se abre
Transmission, etc.
Si en realidad este
servicio es de servidor, podríamos hacer algo más “avanzado”
¿no?, me refiero a abrir la aplicación gráfica de un ordenador
(servidor) en otro (cliente), ¿esto se puede hacer?. Pues la
respuesta es un rotundo si.
¿Que como se hace?, pues
con la herramienta más potente del sistema operativo, la terminal.
Para realizar esto utilizamos SSH para conectar el ordenador cliente
con el ordenador servidor, para ello ponemos “ssh -X nombre
servidor@direccion ip del
servidor. Ejemplo: ssh -X memouno@192.168.1.60.
Pues después de escribir la correspondiente contraseña, accederemos
al ordenador “memouno”. Si ahora escribimos por ejemplo
“libreoffice” se abrirá Libreoffice, pero no el Libreoffice del
ordenador cliente, no, se abrirá la aplicación Libreoffice de
memouno. Y así con todo; gestores de carpetas, navegadores,
aplicaciones de producción, todo lo que se pueda ejecutar en el
ordenador servidor (memouno) se puede ejecutar, ver y utilizar en el
ordenador cliente. ¿A que mola?, Pues esto no es más que un pequeño ejemplo de
lo que se puede hacer con la terminal, teniendo algo, de tiempo,
paciencia y ganas de experimentar y lo que es más importante, tener
ganas de aprender.
P.D. Como curiosidad
escribo este articulo desde un ordenador portátil, pero utilizando
realmente la aplicación libreoffice instalada en una Raspberry Pi.
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