"La
campana de la parroquial tocaba a transito. El sacristán las hacía
sonar anunciando nuevas expiraciones durante todo el día.
El
pobre hospital, de tan reducido, no tenía más cabida para amparar a
la tal proporción de infectados de tabardillo, que hasta las
cámaras, patio y corral se hallaban plagados de contagiados y
agonizantes. El galeno medico de la Villa no daba abasto en atender a
los padecientes de enfermedad ni atinaba a dar remedio al mal. Frey
Alfonso el Prior, tampoco alcanzaba a dar responso y de si a todos
los entierros y enterrillos que se producían. La justicia no sabía
a dónde acudir de tantos colodrones que ya habían dado en busca del
auxilio de sus vecinos.
Hallabanse
en reunión al mes de julio, las justicias ordinarias, las médicas,
y también las eclesiásticas en el Concejo de Villafranca en
disquisición de encontrar remedio del mal de morirse de tantos
vecinos, y de salvación de sus almas, de no poder remediarlo.
Los
regidores, Hernán Vázquez y Rodrigo Manrique, hacían entrar en
sofoco al médico del pueblo de tanto inquirirle medicina que
detuviese la enfermedad que contraían cientos de hombres, mujeres y
niños. Este, encomendado a sus saberes, pedía a San Lucas
Evangelista iluminación en sus bebistrajos y medicamentos, sin
hallar respuesta ni consuelo.
-Al
Gran Prior debemos acudir de auxilio-. Habló Francisco Morales, el
médico-. Otros galenos más sabios que yo han de procurarnos, si en
verdad, parar esta sangría de almas suspiramos.
A
todos los reunidos les estuvo bien la consideración del médico de
la villa. Escribieron documento de socorro que firmaron los
presentes, encargando su rápida entrega a Melquiades, el de la Santa
Hermandad, conocedor de los caminos y sus atajos.
Antes de llegar
el jefe cuadrillero, ya volvía con la respuesta de atender a la
súplica del Concejo de Villa Franca."
Por Domingo Camuñas.
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