.....Partieron
las dos jóvenes (La criada Eufrasieja y Ana la
tendera) tirando por
los pasillos a las cocinas de adentro
buscándose a La Chela, para
saber quehaceres llevar a
cabo antes y durante la cena de los que
hablarían de la
escritura.
El
mozo de la Filomena se entró al comedor que
daba de vistas a la
calle y que servía, de paso, para tomar
refrigerios a los viajeros
que no hacían noche en el mesón,
sin ser taberna. Estándose allí
pidió al mozo de la bodega,
que era el que espachaba, un vino tinto
de los de la propia
cueva. De ser el despiste del muchacho, estado
casi
natural, que de al entrar no fijose en quien esa
habitación
había.
A
los algunos tragos del vino, diose cuenta de quienes en
esa
habitación se hallaban, un hombre con mujer en una
mesa, un
arriero, y otro que recordó ser quien era, el
ayudante de Miguel,
el de Cervantes, el de parecer
espirituao y de media anqueta, un tal
Catarino Cruz, de
verlos el día que llegaron a la Villa Franca, y
pasaron por
la plaza del mercado comprando algunas cosas del puesto
de la huerta de la Filomena.Cruzando la habitación hacia otras
tareas apareció La
Chela, fijándose en el mozo nieto de la
hortelana.
-¿Qué,
ya de espera a los de la cuadrilla con la que tienes
cena?-. Dijo el
ama del mesón-.
-No
es tarde,- contestó Cazuela-, mejor estar con tiempo
cuando con
gente se queda. Que disgusto mío es que me
llamen rezagón y por mi
causa haya quien de espera esté.
Pendiente ando de los que han de
venirse al olor de la
sartén en este anochecío.
-Alguno
hay por la casa ya, de aquellos de los que nombre
me dio el tío
Nieves el esquilaor. De los otros, ya acudirán
en su hora. Por la
cocina de dentro he pasado, viendo que se
están
la tía Vitorina, y la moza Ana, la de Álvarez de
Lara, de las que
mandé recao para ayudar en esta noche.
Ya
he visto que la de la tienda de telas, los panes de quilo
y cuarto,
frutas, verduras y tomates ha dejado allí por
encargo tuyo. Tal
como al esquilaor le hablé, que de esta
noche,
una cazuela grande de breve de tenca tenéis a la
mesa. De sobrar
incluso pudiera ser, que aunque tener
tiento y medía se ha de andar
con las manos, para no
estrozar, mejor ha de ser que sobre que no
falte. De al
terminar, mas vino, y giniebla tendréis. Más,
intrigada estoy de saber que cuentas te traes con todos estos en
esta
noche, sabiendo que de letras queréis tratar. Miguel
Cervantes, que parte el lunes a Puerto Lapice y hacia
Andalucía, ya
me habló de su encuentro contigo estando
con tu abuela en el
mercao. Curioso también anda en lo de
la junta de hoy. Que de
preguntarme sobre ti ha estado
estos dos días últimos. Y yo, al
que decir, que andas casi
siempre en la huerta, y que si no riegas,
te estás con dibujos
con
tizones en papel, y que de a veces te llegas al Concejo,
que algunos
libros hay de los que el Alguacil te deja
mirar, y que aquí, en los
pocos libros que hay siempre estas
repasando, cuando vienes a traer
las hortalizas que te
manda la Filomena.
-Na
y menos capaz soy de pintar con buen tiento y de
poner letras en
renglones seguidos y que se entiendan.-
Continuo Cazuela-. Es más la
imaginación que sale de la
cabeza que otra cosa, estándome en la
huerta o yendo y
viniendo por el camino. De saber sé, lo que la
tía
Valentina
me dirigía con el llavín sobre la muestra. Que
a la primera
escuela de Don Frasco D ́Avellana poco he
acudido, en unas
ocasiones por ayudar en la huerta, y en
otras por todos los dineros
que exige a cambio de enseñar
sobre las letras. Que habiendo
estudiado el maestro enSalamanca, bien pudiera estirarse menos el
cuello y dar
más nociones del abecedario a los chicos de la villa.
Y a las
chicas. Aunque a estas últimas la justicia del Reino y sus
leyes las tienen apartadas del aprendizaje, de lo cual no
entiendo
razón. A mí, que de los que reinan y de los
muchos que a su corte
revolotean, tienen un ramal.
A
lo que María del Consuelo Jiménez replicó:
-No,
tontos no son. Qué bien se procuran las leyes con el
duz y acomodo
propio, mientras que al vulgo, como nos
denominan, nos dejan de a lo
que pesquemos, ya sean
pernales para desgastar los dientes; y encima
impuestos y
reales debemos llevarnos al cambio. ¡Y quéjate! Que
más
pronto que en tardanza te mandan a los corregidores y
alguaciles poniendo pleito, que lo menos que ocurrir puede
es que
una a destierro o cárcel sea destinada, cuando no a
galeras
siendo varón después de recibir doscientos latigazos.
Dejraciaos
somos todos por aquellos. Y, ea, a ver cómo
andan las cosas de esta
casa me voy, que a todo tengo que
estarme atendiendo y eso que la
Ramira, Reparada,
Romualda, Rudesinda y la Eufrasieja saber deberían
de
sus trabajos sin estar encima de ellas. Y tú, si quieres,
échate otro trago de vino pidiéndoselo a este ayudante que tengo de
la bodega, antes de que dormido se quede junto al
porrón de
giniebla.
-Las
gracias le doy-, contestó el nieto de la Filomena-, por
este vino y
su atención; a los mas tardes, cuando todo esté
dispuesto y diga,
con los otros nos hallaremos a la mesa,
ahora me voy a la puerta por
ver si de presentarse quienes
faltan de llegar acudieren.
Estándose
haciendo espera, sentado en el poyete, en la
portá del mesón, se
fijaba de los que iban y venían por el
camino, o hacia la entrada
de la villa, y observando el
ajetreo por el lado del Riato. Por su
cabeza pasaban
pensamientos de sobre el hablar a los que había
convocado
para la cena, y de tratar la cuestión del escribir.
Agitación
e inquietud le producían algunas ideas, más
allá de propio hecho
de ser capaz de andar con la escritura
y los dibujos. Oído tenía
de la prohibición de escribir,
publicar, ni vender libro alguno que
no hubiera sido
sancionado por el Santo Oficio de la Inquisición en
la
última instancia.
El
del asco negro, el Alguacil, que a
veces le dejaba en el
Ayuntamiento algunos libros que
allí
se encontraban, algún parlamento tuvo con él sobre
la cuestión.
Recordaba que las licencias para imprimir
cualquier libro, de
cualquier condición que fuere, había de
ser
dada por el Presidente y los del Concejo, y no otros. En
encargo se
hallaban de ver y examinar con todo cuidado los libros antes de
proceder a su licencia. Informados estaban
de
haberse impreso muchos sin provecho alguno e inútiles.
Y
que llevando copia al Concejo ninguna cosa podía ser
añadida o
alterada después en la impresión.
De
recordar sabia, de conversaciones con el Prior Alfonso
Lujan, de por
ratos de ociosidad en la huerta, de algunas
visitas que iba, más
que a parlamentar, a entreverar
alguna hortaliza y fruta, sin por
ello pagar ningún real,
que no obstante, permitido estaba imprimir
libros misales,
breviarios y diurnales, sin ser presentados al
Consejo. O eso
fue lo que le tenía entendido.
En
estas tesituras andaba ensimismado Cazuela, hasta
que de lejos vio
llegar al tío Evaristo y el tío Casimiro, con
una mula y las
agüaeras puestas, en la que llevaban las
guitarras. Estándose los
dos hombres ya a la altura del
mesón, el chico les saludó dándoles
la bienvenida.
-Buena
y alegre gente llega a este lugar, de lo que me
produce mucha
alegría y contento; viendo que no se
separan de sus guitarras
propias.
-Aquí
nos estamos-, contestó Evaristo-, según el recao que
nos dio de tu
parte Nieves el esquilaor. Y que de alforjas no
había de traerse,
solo nuestra presencia y estar en la cena
que
has propuesto de estarnos unos cuantos en ella.
-
Así resulta. Y como siendo todavía temprano, que las
mujeres se
están preparando lo que hemos de cenar en las
cocinas de dentro,
vayan ustedes a este comedor primero y tomarse unos vinos de los que
espacha el mozo bodeguero. Y
no se preocupen por el pago, que a un
aparte irá el apunte.
Dentro
queda un hombre forastero, a más señas, que es un
ayudante de
Miguel Cervantes, de con el que pueden
entablar conversación si se
les tercia, al que reconocerán
por su pálida cara y parecer
espirituao. Entretanto aquí
quedo esperando la llegada de otros del
pueblo y forasteros,
si es que de acudir tienen a prestarse.
Habiéndose
bajado unas cuartas el sol, y de no haber visto
a nadie nuevo de
venir, impaciente el nieto de la
Filomena se adentró en el mesón,
buscando la cocina de
dentro.
Cruzando el patio encontrose de a todas juntas de
las criadas junto
al pozo, a la Ramira, Reparada,
Romualda, Rudesinda y la
Eufrasieja.
-¿De
cómo van las cosas de la cena?-, les preguntó el chico
a todas
ellas-.
-La
Ramira contestó en representación de todas-. Todo
estará listo a
su hora según dice la mesonera. Que de estar
nosotras al aire del
patio es a causa del aire que reboca y el
humo de la chimenea de la
cocina se nos llega a la
respiración.
-A
la tendera y la Vitorina ¿no afecta?.- Preguntó
Cazuela.
-
Con toses se quedan-. Habló la Reparada-.- Vaya por Dios, en
intranquilidad me dejas. Acercarme
voy por si de ayuda pudiera ser
mi presencia.
Espachose
con los pasos hasta la cocina, hasta estarse en
ella. Cabalicamente
entró estándose La Chela abriendo
ventana, la Ana Álvarez de Lara
tosiendo, y la tía
Vitorina
tapándose la boca con las sayas.
-¿La
caldereta está en mucha lumbre o el yerro es causado
por la
chimenea?-. Encuestó el mozo.
-Ay,
muchacho, que esto es una estraliza-. Manifestó la
tía Vitorina.
¡Sacate a esa moza al patio, que no se si con
esa tos que le ha
entrado vivirá para poner en la mesa los
platos esta noche!.
Cogió
el dos y agarrando a la Ana por la cintura la
condujo fuera, dándole
aire en el rostro con un paño. Era
tal la toserá que hasta al
chico le pasaba por la cabeza
que hasta podían cantarle el gori
gori si no paraba.
Mientras
que al tiempo le decía:
-Reponte
muchacha, que al igual de haberte traído en la
mula subida, a la
noche, después de la cena y la plática,
he de devolverte a la
puerta de tu casa.
-Un
simple carraspeo no ha da lugar a tanto apuro-.
Reconvino la Ana-. En
más aprieto me resulta el frio del
hibierno si de cepas no hay en
el fogón. Volvamos, pues, ala cocina no a ser que a la mesonera
desagrademos entre
unos y otras. Y tú, Cazuela, no te ovilles tanto
a mi
cintura incluso a la luz del día, que parecer te andas de
asobine, sin tener en cuenta las horas.
-¡Oh,
moza!¡Que hasta en la inquietud y prevención de tu estado,
desabrida y áspera contestación encuentro!
-¿Áspera,
áspera..?-. Contradijo la de la tienda-.Anda..,
y entra.
Por Domingo Camuñas.
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