martes, 3 de diciembre de 2013

Relato: De los pasos a la tienda de paños y otros teletones

De llevar leyes el alguacil, aquel que pasó noche en cárcel por menosprecio a los cuadrilleros de la Santa Hermandad y enfado de su jefe Melquiades, por orden y ministerio la justicia de la villa, se
andaba los pasos por las carnicerías, panaderías, y otras tiendas y posadas y mesones.
Cambios en documentos nuevos de tasas e impuestos, escritos en letra impresa para su conocimiento de vendedores era la razón.
Algareado de figura y paso amuecío andaba los pasos con esos trajines. Aviso de pronto paso de recaudador en voz a conocer se las traía al mismo tiempo. De otras muchas veces de las mismas idas y venidas, y por esas razones, asco negro le tenían los vecinos en el pueblo.
Sentada en el batiente, a los rayos del sol, a la puerta de su tienda de telas y otros, se las entretenía la moza Ana Álvarez de Lara, huérfana de padre y de madre, y que de por eso poseía licencia de venta. Privilegio de la chica de este estado, por no ser casada ni familiares que amparo le dieran. A pocas varas más a lo lejos de la calle de donde estaba la tahona se tenía la casa con la habitación guardándose las lanas y linos y a su venta de ellos.
En veinte y tres años de atrás soportados de tristezas y penurias según desde que fue inscrita en nacimiento en los registros de la parroquial iglesia, y aunque todos aquellos pesares pasados fueron
muchos, su rostro era suave y claro de resplandecer al mirarlo. Gustosa su voz al ser oída, de andares alegres y presurosos, de cabello negro largo recogido con maña y adécuo de manos finas. Gracil deformas y gestos. Presta al baile de las músicas en ocasiones de poder hacerlo. Natural. De palabra fácil y al pronto. Y aun con todo ello, lejos de ser mujer estambrera, por condición femenina ni por oír conversaciones de unas u otras en su tienda propia. Ea, pues, moza con mucho discreto y sereno conocimiento. Incluso en los enfados, de pronto galallo. Y de su vestir, ropas de al contrario del negro, de colores alegres y claros.
A las leyes en que se iba el alguacil a la tienda de la soltera moza Ana, con razonamiento por escrito y de poner a vista de la gente dentro de la propia estancia de venta:“En toda tienda, entresuelo o lonja abierta donde se venda por menor, deberá tenerse por lo menos un libro encuadernado, foliado, y con su abecedario, en que se vayan formando todas las cuentas de mercaderías, que compraren y vendieren al fiado, con la expresión de nombres, fechas, cantidades , plazos y calidades, y su debe y ha de haber; sin que por el motivo de separación de partidas cuentas, ni anotaciones, ni otra cosa alguna se pueda dejar hoja en blanco entre lo escrito, porque todas deberán llenarse consecutivamente y con puntualidad. Cuando se hallare haberse arrancado o sacado alguna hoja o hojas, así en unos como en otros de los libros referidos, será visto quedar de mala fe el mercader ó comerciante tenedor de ellos, para que en juicio ni fuera de él no sea oído en razón de diferencias de sus cuentas, sino que al otro con quien litigare o contendiere, teniendo sus libros en la forma debida, se le dará entero crédito, y se deberá proceder según ellos á la determinación de la causa”.
De otra parte, a la vez:
Se prohíbe traer o vender a ninguna mujer jubones de los que llaman escotados, salvo las mujeres que públicamente ganan con sus cuerpos, y tienen licencia para ello, a las cuales se les permite puedan poner los dichos jubones con el pecho descubierto, y a todas las demás se les prohíbe el dicho traje, y a la mujer que lo contrario hiciere, en cualquiera de los dichos casos incurra en perdimiento del guardainfante, basquiñas, jubón y demás cosas referidas, y en veinte mil maravedís por la primera vez, que aplican por tercias partes. Y por la segunda vez, la pena doblada. Y destierro de cinco leguas por dos años preciosos. Haciendo cumplir todo ello el Alcalde.
Incluyendo en esto a sastres, jubeteros, y otros cualesquiera que cortaren telas para estas vestimentas dichas”.
De incluido, al paso, y de bien entender:
Impuestos sobre las telas de venta: del dos por ciento, al cuatro por ciento, por recaudadores del reino y su obligado cumplimiento”.
Visto y leído por encima por la moza, y de enterada de todas estas nuevas leyes e impuestos, pareció, por la costumbre de esto, no darle mucho sofoco. A la puerta sentada seguía mientras tomaba los papeles del alguacil y colocar en sitio de fácil ver a dentro de la tienda.-Encargado viene en estas, señor-, le parlamentó la de Álvarez de Lara-, por mandato de la autoridad competente, y de la de más arriba, de corregidores y justicias del reino . Y como buen servidor del
mismo viene en obligado cumplimiento. Mas, con tantas leyes de las que cambian, una ya no sabe a cual atenerse en la que de verdad sea de no saltarse. ¡Y qué decir de impuestos!. Pobre soy,
como todos los del pueblo, y también de los de más lejos hasta donde se llegan los caminos. Comprendo mi privilegio, que comer al menos puedo, de servirme de mis ventas y cosidos y a la forma honrada. De precisar no soy mucho, mi contento va con poco. Pero sepa, y recado lleve a los del concejo, que mas valiera dejar respirar nuestros cuerpos en trayéndonos en siempre más altos aprietos.
-A esto he venido, y nada digo-, dijo el alguacil-. De no referirte a la justicia en esos términos mejor fuere, que obligación mía, es también, causar quejas y denuncias en el ayuntamiento si elvulgo de no tener respeto se alcanza con los de aquellos cargos.
-Tranquilo ha venido a esta puerta, tranquilo ha sido atendido, atendido marche por su camino, que mi raco también se queda tranquilo.
-¡Moza, sujeta las palabras de tu boca!. No fuera a ser que me olvide que mi conocimiento de ti desde pequeña ha sido. Que unas cosas pueden ser de confesión con el prior, u otras de delito con otra jurisdicción.

-En acato tengo, por obligada, y por mujer correcta; mas ni a unos ni a otros me debo-.Habló la Ana-. Sépalo usted, sépanlo aquellos.

Por Domingo Camuñas.

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